Creo que la cada vez mayor frecuencia y gravedad de ansiedad y depresión son, en parte, fruto del estrés y la competitividad que impone el modo de vida actual. Cuando en el contexto de una depresión severa escribí estos versos, pese a tenerlo casi todo para ser feliz, la sentía como una bestia que me corroía las entrañas y me robaba la alegría y la vida al dejarme sin motivación para vivirla. Por aquel entonces todo pudo suceder. Por fortuna, no acabé de romper puentes con ningún posible asidero y, en buena medida, aquello me salvó. A cualquiera que se pueda sentir así le diría que nunca rechace una mano tendida ni desespere. Con ayuda profesional y apoyo del entorno familiar y social se hace menos difícil seguir.