La poesía de Nawjan Darwish es ajena a todo patetismo y autocompasión, y está, por el contrario, provista de ironía, humor y una conmovedora familiaridad con todo lo que nombra. El poeta explora una eternidad permanentemente despedazada, como si hubiese un dios subyacente, no nombrado, que se complaciera en hilvanarnos sufrimientos y desgracias. El poemario está compuesto por siete partes, todas ellas atravesadas por personajes que se presentan exhaustos en infinidad de cruces levantadas en infinidad de lugares. Expulsados de su tierra ancestral, permanentemente sitiados y perseguidos, hacen presente al lector de que, en esta tierra de víctimas y victimarios, de desplazados y desaparecidos, todos los demás somos sobrevivientes.