Hoy entendemos que esas dos caras del fin de siglo español, el noventayochismo y el modernismo, resumen la paradoja de nuestra literatura moderna, quizás de todas las letras occidentales. Por un lado, la literatura quiere presentarse fuerte, guiada por la razón, comprometida con el mundo, con el hombre, y, por otro lado, que resulte sensible, artística. Así, la manera noventayochista, la valoración racional de un complicado momento histórico, compite con la estética de la literatura modernista, que ofrecía formas de expansión al hombre a través de su sensibilidad. Los grandes autores de la época, Pío Baroja o Ramón del Valle-Inclán, supieron conjugar ambas maneras, mostrando esa mezcla de razón y sentimiento que reconocemos.