«Comérselo.
Comérselo de memoria.
Comerse a Flaubert de memoria.
A tragos cortos. Sólidos. A chorros.
Un puñado de chorros tozudos,
unas zarzas.
Asestarlo. Soltarlo. A los amigos.
A los amantes. A los alumnos. A los lectores.
Que ya no pueden pero.
Recitarlo por dentro mudamente
para nosotros cuando no dormimos,
cuando flotamos en el metro, cuando
andamos por la calle. Recitarlo para la
paz y para la alegría.»