Nicolás empezaba a sospechar que el Universo no era tal como le habían contado. ¿Y si el centro de todo fuera el Sol y no la Tierra, como decía todo el mundo?
Aquéllos no eran años en los que ser original se valorara mucho, y él había perdido ya la cuenta de todos los cabezas cuadradas con los que se había encontrado en su camino, pero eso no lo desanimó, y decidió dedicarse a estudiar los movimientos de los planetas, aunque para ello tuviera que vivir en su propia galaxia.